Reflexión del día
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Fútbol base: cuando los padres pierden el partido
Introducción:
Quienes estamos cerca del fútbol base sabemos que los conflictos con algunos padres son cada vez más frecuentes. Pero la pregunta es: ¿son ellos los únicos responsables o hay más actores que también influyen?
Desde mi experiencia —larga en años aunque inexperta en teoría— estoy convencido de que el problema es de educación y formación, tanto en padres como en entrenadores, coordinadores, directores deportivos o presidentes de club.
El espejo del colegio
Si un alumno tiene mal comportamiento en clase, ¿vemos a su padre gritando en la puerta que el profesor no sirve y que sus compañeros son unos inútiles? ¿O exigiendo que le pongan un 9 cuando ha sacado un 5 raspado?
En el fútbol, sin embargo, esto pasa cada fin de semana. Algunos padres creen que:
Su hijo es siempre el mejor.
El entrenador no sabe nada.
Los rivales solo quieren hacer daño.
El club solo busca dinero.
Los árbitros son todos malísimos.
Ese discurso no solo daña al club y al equipo, también al propio hijo, que crece entre excusas y conflictos.
Cuando las palabras se convierten en violencia
He visto situaciones que reflejan lo grave del problema:
Caso A: chupetes (4-5 años).
Un padre pasa todo el partido diciéndole a su hijo que no pase el balón porque “los demás son malos”. Resultado: discusión entre padres y golpes, con la policía teniendo que intervenir.
Caso B: juveniles.
Un padre insulta durante todo el partido. Al final, lanza un puñetazo a un jugador rival. Acaba en batalla campal con varios heridos y tres coches de policía.
Caso C: benjamines. Padres que se quejan de que su hijo juega menos que otros. Al revisar mis estadísticas, resultó que era el jugador con más ausencias y apenas un 10% menos de minutos que el que más jugaba. Los datos desmontaron el discurso.
Lo que está fallando Estos casos demuestran que hacen falta tres pilares:
1. Más educación y empatía de los padres: sin insultos ni actitudes tóxicas. Más formación y rigor de los entrenadores y directores deportivos: datos en mano, comunicación clara. Normativas internas serias en los clubes: con consecuencias reales para quienes incumplen. Lo que no puede ser es que un jugador con talento y un padre conflictivo reciba un trato permisivo mientras otros son sancionados. Ni que la RFFM sea tan laxa con reincidentes. Ni que los árbitros eviten suspender partidos por miedo a problemas logísticos. Si las sanciones fueran estrictas y ejemplares, los comportamientos cambiarían.
¿Y ahora qué? Todos hemos soñado con disfrutar del fútbol de nuestros hijos en un ambiente sano, sin insultos, sin peleas, sin vergüenza. Hoy parece una utopía, pero no debería serlo. No es el objetivo de estos párrafos levantar una revolución, pero… ¿y si de estas palabras inherentes surge un movimiento? ¿Y si de esta conjunción de letras de un futbolero idealista y abstracto nace un cambio en el fútbol base? Un cambio donde se anime a un equipo en vez de abuchear al otro. Donde tu hijo sienta tu cariño en vez de vergüenza por tu comportamiento. Donde los organismos se pongan serios y devuelvan al fútbol lo que nunca debió perder: ser un espacio de disfrute y desconexión de los problemas reales de la vida. Yo no tengo la solución. Pero sí tengo una certeza: para que exista una solución posible, tiene que haber primero una clara intención de mejorar por todas las partes.
Entrenador: "La formación es esencial." Padre de jugador: "Mi hijo aprende valores y disciplina."Fútbol Base